domingo, 23 de noviembre de 2008

Ya volvimos.

Después de un retraso tremendo con el camión que nos transportaría del hotel al autobús de la Normal (que se tuvo que quedar fuera del pueblo porque no cabe por el tunel de entrada) salimos, los alumnos de Español de quinto semestre, tres maestros más y este servilleta, de Real de Catorce, a las 3:45 para tocar la panteonera tierra de la Normal a las 9:20.

Fueron tres días de mucho trabajo y esfuerzo (sobre todo el esfuerzo de caminar por las inclinadísimas calles) que también tuvieron sus momentos de relax y de diversión. Todo un tesoro experiencial que ahora deberá traducirse en productos de aprendizaje. Luego te cuento detalles y te enseño las fotos.

Gracias por cuidar mi ciudad durante mi ausencia.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

El lunes aproveché el día de asueto para irme a subir Chipinque. En esta ocasión me atreví a trotar durante la subida que es mucho mejor que de bajada pues, como comentábamos ayer Gil y yo, de subida apoyas más las puntas de los pies, mientras que de bajada el impacto recae en el talón. Te platico que el año pasado estuve trotando un par de días en la placita de la vuelta de mi casa, pero mi exceso de sobrepeso, la falta de costumbre, lo duro del suelo y mi pie plano, se combinaron para provocarme una dolorosa inflamación de las rodillas que me acompañó por más de un mes; anti-inflamatorios y terapia de por medio.

En esta ocasión mis rodillas se han portado muy bien. En cambio, me duele todo el cuerpo como si hubiera hecho algún tipo de ejercicio mucho más intenso. Bueno, también iba haciendo lagartijas de banca: diez lagartijas apoyado en un banca en cada descanso que encontraba. Tal parece que el entrenamiento constante provoca un efecto de acondicionamiento para soportar ciertos esfuerzos.

El día de hoy, por otro lado, tengo reunión con mi academia para completar unas tablas de criterios de evaluación de la asignatura. Lo malo, para mí, es que tengo que trabajar con gente que ha hecho su carrera en la Mixta y que están convencidos de que lo que se hace ahí es lo mejor que le ha ocurrido a la educación. La verdad es que son unos llenadores de formatos que no alcanzan un nivel mínimo de reflexión, y ese es el principal obstáculo para hacerles identificar los errores o las mínimas diferencias significativas entre lo que plantean y lo que es necesario. No voy a frontalizar, porque me da hueva, les voy a decir que sí y voy a sacar la tarea adelante en la forma en que sé hacerlas. Igual ni se van a dar cuenta.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Si he de ser honesto (y habitualmente tengo la firme intención de serlo; tampoco es que me funcione mucho, pero la intención algo ha de valer), tengo que reconocer que tiendo mucho a la desidia. En mis cuadernos y armarios se acumulan, a veces por años, tareas que de una forma u otra voy evadiendo. Aunque soy bueno y eficiente con el trabajo intelectual, soy capaz de mandar al diablo la tarea más interesante por cualquier actividad un poco más física, como cambiar un foco o arreglar un grifo que gotea (por cierto, considero la docencia como una estimulante combinación de trabajo físico e intelectual; al menos yo no me quedo sentado por mucho tiempo mientras dirijo una sesión). Al final voy construyendo una lista de espera de urgencias que, ahora sí, se vuelven un trabajo intelectual bastante físico. Ayer me tocó pagar un poco de lo mucho que debo por esa falta de disciplina y voluntad.

Resulta que tenía años postergando el examen de inglés de prerrequisito en la Escuela de Graduados y ayer, principalmente porque Glo me apuntó y me estuvo recordando la fecha, asistí a cubrir esa parte de pendientes. Pero el flojo trabaja dos veces, y a veces hasta tres. Como no hice las diligencias por mi cuenta, llegué a las 5:30 pensando que el examen estaba programado a las 6:00; resulta que en realidad estaba programado para las 4:00 (oh-ooh!), pero el maestro que aplicaría avisó que llegaría hasta las 7:30 (¡Diablos, qué hago mientras!). Salí a comprarme un capuchino, pero el único estarbuc que encontré estaba lleno y no me pude estacionar; volví con un café del otso. El tiempo se me hizo eterno, y el mentado maestro llegó hasta las 8:15. Y te juro que estuve tentado a largarme no menos de 25 veces en el inter, pero estaba seguro de que si me iba, pasarían al menos uno o dos años para que volviera a intentarlo.

Comencé mi examen a las 8:30 (el angelito llegó pidiendo copias; digo, si sólo tenía que darnos las hojas y esperar que termináramos -éramos 4 sustentantes-, ¿por qué no dejó el examen para que nos lo entregara Blanquita, la secretaria?) y la verdad es que no era tan complicado. Me tardé porque ya perdí la costumbre de escribir a mano -eso es malo, tengo que practicar-, pero la traducción era muy simple; se trataba de un texto que habla sobre la lingüistica y los aspectos que estudia. Me incomodó el examen de gramática porque en realidad se trataba de copias de algunas páginas de los cuadernos que se usan en el centro de idiomas, pero fuera de contexto resultaba complicado entender plenamente las indicaciones.

Oye, a las 9:45 sale el aplicador de marras con apuros de que el examen está planeado para dos horas (ya lo sé, imbecil; a esta hora yo debería estar en otro lado) y que debemos apurarnos. Terminé a las 10:15 con un dolor de cabeza terrible y una especie de estrés postraumático reflejado en el deseo cuasi-incontenible de azotar la cabeza de un maestro de inglés contra el piso. Afortunadamente me marché lo bastante pronto como para no permitir que mis instintos afloraran.

Dormí como angelito.

martes, 11 de noviembre de 2008

Yo no sé si es exceso de entusiasmo de gente que se para en un ladrillo y se marea o si realmente estamos presenciando un nuevo acto de autoflagelación. Lo cierto es que parece que mi Escuela Normal está llena de gente que no sabe ganar.

Te pongo en contexto. Resulta que desde que llegó, la administración actual ha enfrentado una crisis permanente en torno al logro de resultados. La principal razón ha sido la falta de planeación y de diálogo. Así las cosas, un día, hace un par de años, el asunto más importante que se ventilaba era el tiempo de estancia de los maestros, no su productividad o eficiencia: su estancia. A tal fin se comenzaron a implementar una serie de medidas, a cuál cada vez más absurda, para contabilizar el tiempo que duran los maestros en la escuela. En el inter, en cambio, no se ha generado un solo programa académico coherente y con seguimiento.

El epítome del absurdo llegó cuando se generó una nueva jefatura encargada del control de asistencia que, no teniendo una misión más clara ni competencia sustentable para más, se ha dedicado a cometer actos de intimidación y de hostigamiento contra los docentes, por medio de circulares, memorandums y oficios donde "advierte" sobre las consecuencias de no seguir sus indicaciones.

Fuera de la megalomanía de este personaje, otros proyectos habían comenzado a arrancar después de tanto tiempo. Por primera vez en varios años tuve la oportunidad de ver algunas academias metidas en el trabajo de cumplir con las peticiones de la subdirección académica (indicadores y reactivos). Por primera vez en años pude observar cómo se comenzaba a sistematizar efectivamente el manejo de la información relacionada con la docencia. Organización y generación de bases de datos. Recopilación y seguimiento de productos. Asignación de responsabilidades concretas, toma de compromisos (con plazos) por parte de gente que nunca había aceptado hacerlo. En fin, poco a poco, pero se veía que la cosa comenzaba a moverse; poco espectacular, pero eficiente.

Es cierto que la directora está muy enojada porque los maestros no hacen quiensabequé que deberían de hacer de acuerdo con quiensabequeplandetrabajo que nadie conoce.

Hoy se ha ido todo por la borda. En uno de esos inexplicables actos de autosabotaje que han marcado el sino de la presente administración, se recurrió una vez más al choque y a la generación del malestar. El ya mencionado funcionario comenzó a repartir oficios en donde se atreve a evaluar el desempeño de los docentes a partir de sus listas de asistencia, y les espeta un porcentaje de rendimiento/asistencia que, obvia decirlo, está más cargado de mala leche que de un ánimo por mejorar el servicio de la institución.

¿Quién querrá seguir trabajando por sacar adelante cualquier proyecto en esta escuela, ahora que una vez más se nos ha espetado que lo más importante no es hacer, sino estar ahí? ¿Alguien estará tranquilo ante la amenaza de descuentos o de actas administrativas en contra? ¿Esa es la forma correcta de promover el trabajo por la Institución? Creo que alguien no tiene clara la idea. Ninguna.

Ese es el estilo que espero que no dure ya mucho tiempo y que tanto daño la ha hecho a la ENSMSG. Te aseguro que la Normal es otra cosa. Y espero que tengas oportunidad de verlo algún día. Cuando se vayan.

Pronto, de preferencia.