martes, 29 de enero de 2013

Los adolescentes tienden a ser problemáticos. Lo entiendo porque ya estuve ahí antes que ellos. Sé que les gusta retar a los maestros para conocer cuáles son sus límites, y cuando el maestro no los establece claramente, ahí tienes a los estudiantes montados sobre los actos y la reputación de sus docentes.

Ahora que estoy viviendo un duro proceso de retroinspección cotidiana, me he dado cuenta de las muchas ocasiones en que permití actos disruptivos por parte de mis alumnos. Actos como comentarios ofensivos pretendidamente dichos entre dientes, gestos y actos de burla disfrazados de juego, frases con doble intención, y un etcétera que incluye una gran cantidad de situaciones que solía salvar con un simple "¿qué dijiste?", que se daba por satisfecho con el "nada, profe", o el "le dije a él", que si bien reconocía como mentira, me permitía evadir la situación.

El problema es que las consecuencias de esas evasiones no las carga uno, sino los propios chicos, que "aprenden" a moverse fuera de los límites del respeto y la sana convivencia, y finalmente uno es responsable de esas conductas (que, quiérase o no, son antisociales), y permitirlas equivale a reforzarlas.

Por eso me he hecho el propósito de no permitir ni el mínimo deliz de mis estudiantes en ese sentido. Finalmente, si tengo que reprenderlos o castigarlos, teminaré anteponiéndome un clásico: "Esto me duele más que a ti, pero algún día me lo agradecerás".

O tal vez no lo hagan.

lunes, 28 de enero de 2013

La parte más difícil de trabajar con adolescentes en secundaria es lograr mantener la atención y el orden de un grupo formado por (fundamentalmente) sacos masivos de hormonas. Y no me refiero sólo a la parte sexual, sino a la impostergable necesidad de moverse, saltar y hacer ruido que tiene cada uno de los pequeños gamberros y gamberras que integran cada grupo.

Hoy tuve una experiencia frustrante: trabajé el mismo tema en tres grupos, y en dos de ellos tuve una buena recepción que, por supuesto, me motivó a dar más elementos de interés a la clase. Se trataba de una contextualización para la lectura de textos literarios del Renacimiento, donde incluí explicaciones de mi parte, lectura de pasajes de narraciones que describen las distintas épocas, y cuestionamientos sobre lo que han aprendido sobre la Edad Media y el Renacimiento en la clase de Historia. En dos de los grupos todo funcionó bien, pero en el segundo que atendí, la respuesta fue completamente negativa: caras de fastidio, distracciones, el cuestionamiento reiterativo de "¿y eso qué tiene que ver con español?". Claro que lo expliqué hasta tres veces, pero a la cuarta, me quedó claro que se trataba de un acto de rechazo. Terminé acelerando la explicación y asignando una tarea "de español".

Claro que estoy haciendo mi trabajo, pero no deja de ser frustrante darte cuenta de que muchas de las circunstancias se te escapan, con mucho, al margen de tus intenciones y de tu preparación.

domingo, 27 de enero de 2013

Pues resulta que ni estaba muerto ni estaba de parranda; digamos, como gustaba decir a Facundo Cabral, que me la he pasado un tanto distraído.

He iniciado un proceso personal de regeneración que, necesariamente, incluye rescatar los deseos de escribir y compartir; lo que, de hecho, estoy haciendo. No sé si nosotros, pero al menos yo, el de entonces, no soy el mismo.

Y no pretendo serlo.

Así que, si me tienes paciencia, por aquí me tendras compartiendo.

No a diario, pero más seguido que hasta ahora, seguro que sí.