sábado, 31 de mayo de 2008

Comprimido

El jueves no salí. Me pasé el día encerrado en mi guarida, organizando papeles, libros y revistas. Me urgía encontrar mi currículum y no lo hallaba por ningún lado. Nada memorable ni digno de compartir.

El viernes asistí a mis clases de secundaria, donde me limité a repasar un tema de tipos de palabras y la forma de elaborar un ensayo: temas para que el tiempo corra rápido. Al salir, pasé donde Rogelio para fungir como lector de un capítulo de su tesis: ese es trabajo y no lo que hago el resto del tiempo; por cierto, en el camino recibí una llamada del CECAM para preguntarme sobre el avance del Diplomado, y lo triste es que tienen tan poca información como yo.

Leer para buscar errores e inconsistencias es una de las formas más pesadas de trabajo intelectual, y eso es lo que hice con R. Terminé agotado, pero ahora no recuerdo si dormí una siesta al llegar a casa. Más tarde me encontré con Glo para entregarle unos libros y revistas de donde ella seleccionará algunos textos para las lecciones que tengo que armar (pocas personas saben seleccionar textos como ella: es un talento). Después llegué al super para comprar unos porta-revistas, y terminé el día ordenando mi colección de Muy interesante.

Hoy salí temprano para Linares, para impartir una sesión más del diplomado que estoy impartiendo (la enseñanza del español en la escuela primaria). Tuve muy pocos alumnos (6 de 14) y sólo avanzamos un poco a la lectura de textos, a charlar acerca de la funcionalidad y la estética de la escritura, del nuevo acuerdo para mejorar la calidad de la educación, de la certificación del conocimiento, de la necesidad de asumir compromisos individuales, de lo espantosa que se ve Elba Esther, etc. Al rato suspendimos para ir a almorzar; Anita llevó unas carnitas de cerdo riquísimas y quedamos en que el próximo sábado me va a llevar al lugar donde las venden, para traer a Monterrey.

Como había poca gente, aproveché para dar salida temprano. En el camino me venía durmiendo, por lo que llegué a casa y eché una cabeceada de 20 minutos: suficiente para continuar el día. Durante la tarde acudí con Glo para revisar juntos algunos materiales y hacer comentarios sobre las lecciones del libro. De pasada nos tomamos un capuchino en Starbucks: rico.

Ahora son las 11:00 y me muero de sueño. Comienzo a sospechar que puedo ser víctima de la fatiga crónica, que ya ha sido tipologizada como un mal de salud.

Oscar está amoscado porque no he publicado en la DobleEle. La verdad es que me apena, pero no he terminado el texto que corresponde con ese concepto.

Mañana, como dijo la Escarlete Ojara, será otro día.

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