miércoles, 18 de junio de 2008

Full, ¿fault?

Ya me acabé un día y comencé otro, y lo que no terminé fue mi lección pendiente. Me estoy gastando como las piedras de afilar que por ser piedras parece que nunca se gastarán, y el dulce tequila, que antaño me reanimaba y me inspiraba, ahora se ha vuelto un narcótico que debo evitar. Hoy salí de la Normal dejando a Glo en una predefensa, a Gil en un marasmo, y a Oscar y a Lucy a punto de tomarse un café. De verdad me costó decirles que me tenía que ir. De verdad me costó irme. Hubiera preferido quedarme ahí, jugando a verle el escote a Lucía o a picarle las costillas al Oscar, pero tuve que encerrarme a trabajar.

Y para colmo ahí estaba también Graciela. Graciela que me vio cuando era joven, esbelto y vigoroso; Graciela, a quien amé por pura solidaridad con mis hermanos de juventud, Leo y Ernesto, que se peleaban por ganar su mirada, su sonrisa y su favor, y en cuyo honor agregaba los míos a sus cortejos aunque mi afecto estuviera rebosando por Dorita. Me hubiera gustado sentarme con ella a robarle unos minutos para poder verme joven otra vez en sus ojos aunque fuera por esos minutos. Pero no puedo.

En estos días mis días no me pertenecen.

Y aunque habría preferido sentarme con Gil para explicarle porqué sería bueno que me dejara trabajar con los grupos de tercero y de quinto semestre el próximo semestre, estoy aquí sentado en mi rincón de gatas, sudando como cerdo, que nunca he visto a un cerdo sudar y a lo mucho los veo en chicharones y sólo una parte de ellos, encabronado y frustrado de que una puta piedra semántica se me atraviese en el camino y no me deje avanzar.

Y para acabarla de joder, volteo para arriba, veo la luna, y ni siquiera la puedo disfrutar porque el cabrón de Oscar ya se la está ligando y en un descuido ya se la fornicó.

Ya me voy a dormir. Un tequila y a dormir.

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